Para quien
no haya oído hablar de las cascadas del Purgatorio, en la cabecera del valle
del Lozoya, término municipal de Rascafría, cabría decir que es la excursión
perfecta. Ni demasiado larga ni floja y corta. Ni difícil ni
extremadamente blanda. En total, doce kilómetros, seis de ida y seis de
vuelta. Y en estos días, cuando ya ha empezado el deshielo, tan verde y deslumbrante,
que, al acabar, ya cosquillean las ganas de volver.
La ruta del
Purgatorio comienza en el Puente del Perdón, justo enfrente del
monasterio del Paular (sierra de Madrid). Hay un centro de información donde
podrá pedir un mapa, pero no lo necesitará. Basta seguir las indicaciones para
llegar al destino, esa cascada que de ningún modo es un purgatorio.
El valle
de Lozoya suele rebosar de agua, de luz, de vida. La cascada es la meta,
pero el goce nos acompañará durante todo el camino, sobre todo en el último
kilómetro y medio, cuando la senda invita a cruzar por segunda vez el arroyo
Aguilón. Desde entonces y hasta la cascada, el agua salta alegre, sin
complejos, entre rocas, campo, risas, un picnic que alimenta, y mucha nieve en
el invierno de las cumbres.
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